Susurros de un Ángel

Os dejo mi relato (que forma parte de la antología de relatos san valentín 2013 Seda y Fuego) Susurros de un Ángel.










Susurros de un Ángel


El despertador suena como un día más, pero para mí no lo es. Es nuestro aniversario.
Me desperezo poco a poco y miro el techo, donde dibujamos mentalmente nuestros sueños, proyectos de futuro y demás cosas que quedarán en el olvido.

Salgo de la cama y me envuelvo en la bata de seda, aquella de color zafiro que me regalaste hace un par de años. Anudo el lazo con desgana y calzo mis pies con unas zapatillas infantiles.
El pasillo vacío me devuelve el eco de mis pisadas, haciendo más evidente mi soledad en esta casa a las afueras de Londres donde planeamos vivir un día rodeados de niños y tal vez de un labrador color chocolate.

La cocina me recibe con su fría encimera y la tibieza que desprende el horno. De madrugada recordé nuestra tradición de las tartas y no pude evitar salir corriendo a hornear un ejemplar de magníficas manzanas, Rosa me las vendió hace poco y tienen un dulzor exquisito.
Mi teléfono móvil vibra, en días como hoy Adelaida, nuestra única hija, se muestra más cercana e intenta hacernos sentir que no estamos solos, pero sé que es una mentira piadosa que lucha por salir de su garganta, aun cuando sabe que odio escuchar cosas que no son ciertas.
Alargo la mano y me hago con el artilugio, tengo un mensaje de ella, donde propone venir con Jaime a tomar tarta hoy a las cuatro.
No me agrada la idea, ella se sentirá incomoda, y Jaime también lo estará, es un chico estupendo pero le cuesta entender que su novia tiene una madre algo mayor y con problemas que nadie salvo tú y yo comprendemos. Además me niego a compartir con nadie más que no seas tú el amor de un día como hoy, Adelaida me entendería si tuviera el valor de explicárselo. Pero al contrario de lo que pasa por mi mente le contesto con palabras entusiastas que ella no creerá, pero a las cuatro de forma totalmente puntual estarán aquí para celebrar con nosotros algo demasiado íntimo.

La tarta me sonríe en la encimera, invitándome a echarme a llorar y recordar viejos tiempos que no volverán, pero tú siempre me proteges de las estupideces. Siempre fuiste algo estricto referente a la expresión de sentimientos negativos. Si no hay nada bueno que decir, no lo digas. Solías decir cuando me acercaba con una carta de hacienda en las manos, o tal vez un vestido de la pequeña manchado de barro.
Chasqueo la lengua y me miro en el reflejo de los cristales de la puerta del jardín, mis ojos vidriosos delatan todo lo que pasa por mi cabeza, pero debo serenarme, tengo invitados a las cuatro.

Entro en nuestro dormitorio y abro el segundo cajón, al fondo, en el rincón derecho, envuelto en camisones escondo unas cartas llenas de amor e ilusiones infantiles, tales días como hoy las leo en mi cama, apoyada en tu almohada y respirando el aroma a puros que el tiempo ha impregnado a la estancia.

Comprenderá usted que por mi cabeza pasen algunas ensoñaciones que una señorita no debería ni mencionar cuando hace esas aclaraciones.

Te decía cuando insinuabas algo relacionado con mi belleza y mis carnosos labios.

No deja usted de ser una señorita respetable por imaginar lo que deseo desde que me encontré frente a sus ojos caramelo. Me gustaría enseñarla a tocar el piano ¿Querría?

Siempre fuiste un músico excelente y aprovechabas tus dotes para impresionarme con  obras hermosas que interpretabas solo para mí.

Mientras solo lo imagine señor, no habrá problema alguno…
Debería saber usted que soy una negada para la música, no llevo el ritmo y no me gustaría hacerle perder su preciado tiempo.

Te contestaba yo en una de mis cartas, querías enseñarme a tocar tu instrumento, y eso era algo que solo tú sabías hacer con tal maestría.

Señorita, si alguna vez la veo pasar y vuelve a coquetearme puede que pase de mis imaginaciones a una realidad contundente, y sinceramente no creo que le disgustara a usted, bella dama.
¿Negada para la música? Lo único que necesita usted es un buen maestro. Y en caso de que no lo encuentre, perder el tiempo con usted no sería para mí perder el tiempo.

Guardo los sobres una vez leídas las frases que se han marcado en mi mente tras leerlas tantas veces que podría recitarlas y sentir lo mismo que la primera vez que las leí.
El día está un poco frío, el cielo está nuboso. Las nubes son los soplos del señor que nos llevarán al cielo cuando nos llegue nuestro momento. Me decías cuando miraba con el ceño fruncido el cielo encapotado, tal y como lo hago ahora.

Me siento en el sofá y enciendo la calefacción mientras me tapo con una manta de lana, luego miro la estantería y el libro que descansa en la mesa. Lo estuve leyendo ayer antes de irme a dormir.
Susurros de un ángel fue una novela que escribí en mis buenos años, cuando Adelaida era una cría de ojos verdes como tú y trenzas rubias como yo. Recuerdo que correteaba de un lado para otro cuando cogía la máquina de escribir, no le gustaba ese cacharro, decía que era un monstruo que le robaba a su mamá, entonces yo le daba un beso en la frente y le decía que no era así, que era un instrumento que servía para hacer dibujos con palabras en las que dibujaba a un ángel tan hermoso como ella.

Te gustaba verme teclear, sonreías mientras pasabas las horas muertas sentado junto a mí, fumando puros o bebiendo café mientras tu lenta respiración me inspiraba para seguir escribiendo una historia tan hermosa como la nuestra.

Con manos temblorosas la busco en el arcón de madera oscura y comienzo a teclear de nuevo, mientras en mi corazón algo se acciona y me recuerdo que aunque tú ya no estés a mi lado mientras escriba esta historia, seguirás sonriendo al verme, donde quiera que estés.

No hay comentarios:

Publicar un comentario